La misión de los Caballeros Crucíferos
es guerrear con las sublimes, heróicas y casi olvidadas armas de Cristo hasta destruir la acción de Satanás y del resto de
los demonios que intentan destruir la tierra y desviar al hombre de su destino divino.
Nuestra misión es construir el
templo del Espíritu Santo con hombres de toda raza, pueblo y nación, niños, jóvenes y ancianos, ricos y pobres, sabios e iletrados.
Ningún hombre es el enemigo, ni siquiera quienes se opongan al bien y la justicia, sólo son personas que han sido esclavizadas
por el demonio, víctimas de su poder nefasto, a quienes rescataremos con nuestra lucha encarnizada e incansable.
Somos
guerreros porque nos vencemos a nosotros mismos, al sueño de la postración, a la debilidad de los placeres, al egoísmo, al
deseo de riquiezas, a la avaricia, a la soberbia, al deseo de someter a los demás, el deseo del poder contra nuestros semejantes,
a la ira.
Luchamos contra la codicia, contra
el orgullo, contra la destrucción del cuerpo con la degeneración de los vicios del sexo y de las malas acciones que lo pervierten
y convierten en cueva de demonios, hasta recuperarlo como templo vivo de Dios.
Nuestra misión santa: es que cada hombre
edifique en sí mismo al templo de Dios y recupere la imagen y semejanza con que El lo creó en el principio, con Cristo a la
Cabeza de nuestros ejércitos...
María guía nuestra espada y todo nuestro poder es el de Ella, por eso no tememos y
no nos espanta el camino estrecho ni peligroso, ni las pendientes, ni el hambre, ni el frío ni el calor, ni la luz o la oscuridad,
ni nos hace perder el piso la alabanza ni nos somete la humillación, sino que todo eso nos hace fuertes en el poder de la
virtud que proviene de cumplir la voluntad del que nos ha enviado, Jesucristo, ante quien se doblará toda rodilla, en el cielo,
en la tierra, debajo de la tierra y en los abismos, a quien sea dado todo el honor, el poder y la gloria por los siglos de
los siglos, amén.
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ESPIRITUALIDAD
Nuestro Carisma es el de todos
los guerreros que han defendido la verdad, la justicia, el honor, la lealtad y la dignidad del hombre a lo largo de toda la
historia.
Por ello, somos portadores de
la espada de los guerreros más poderosos de toda la humanidad, de todos los pueblos y de todas la razas.
Esa es nuestra herencia, es nuestro
deber consagrarnos en la lucha por la investidura que hemos recibido de Dios mismo en persona de San Juan Diego del Tepeyac,
a quien la Madre del Verdadero Dios, por quien se vive, ordenó que se edificara un templo, que debe ser en todo semejante
a la misma Señora del Cielo, para que sea digno trono para recibir y engendrar a Dios Todo Poderoso en su segunda persona.
Esa espiritualidad reservada para
una casta y una simiente de guerreros como no los ha habido en la tierra ni volverá a haberlos, es el carisma que nos identifica,
templos vivos de Dios donde María engendra a Cristo vivo.
Vivimos para ello el Evangelio
a través de siete votos, y expandimos el reino de Dios por donde quiera que andamos...
Nuestra siemiente es soberana
en unidad con el Papa, los obispos y todo sacerdocio que proviene de Cristo por el bautismo...
A la vista de todos,
creyentes y no creyentes, nuestra acción se expande con la simplicidad desde los rincones más olvidados por los hombres, hasta
aquellos escenarios donde los ricos y poderosos creen que lo gobiernan todo, y en todos ellos llevamos la cruz de Cristo que
portamos en nuestros pechos y en nuestras entrañas, para proclamar el amor de Dios por cada uno de los hombres, para que quien
quiera renunciar al pecado se incorpore a Cristo.
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DISCIPLINA
Nuestros cuerpos son templos de
Dios y por eso los limpiamos de la impureza del pecado, de toda vejación, de todo uso perverso, de todo abuso y de todo sacrilegio.
Para ello utilizamos la penitencia,
el ayuno y la mortificación que corresponde a nuestro temple y a nuestra obediencia.
Nuestros niños y jóvenes,
en la medida de su llamado y constitución, practican ejercicios físicos y marchas militares, así como todas las artes marciales,
a fin de templar la voluntad de hierro que nuestra misión reclama.
Las artes
marciales no son para aplicar a nuestros semejantes, sino que su perfección nos enseña que al principal enemigo que debemos
vencer es a nosotros mismos, para ello nos sirven y por esto somos los mejores en su práctica y desarrollo...
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cruciferos@gmail.com | |
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ASCÉTICA
La lucha va más allá y trasciende
a recuperar el terreno en todos y cada uno de nuestros sentidos internos y externos, por eso ejercitamos la virtud de la negación
de las inclinaciones desordenadas de nuestros sentidos, de la vista, del oído, de la lengua, del tacto y olfato; de la imaginación,
de la memoria, de la voluntad y del entendimiento.
Estas inclinaciones, como entes
destructores se apoderan del hombre y los somenten hasta convertirlo en una letrina del demonio, por ello, los combatimos
sin decaer por su sufrimiento, hasta exterminarlos y recuperar cada uno de esos sentidos y potencias para Jesucristo, verdadero
Rey y Señor de Señores, quien les dará la glorificación y dignidad para la que los hizo...
Para ello contamos con la fuerza
del y el auxilio de Santa María, que convertirá cada sentido de sus guerreros en los suyos, hasta Ella nos participe de su
virginidad, mediante la cual nuestras almas podrán engendrar a Cristo..
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